Florian von der Fecht. El fotógrafo cazador de faros

Artículo en Lugares, Diario La Nación

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25 de mayo de 2020  • 14:14

Tiene más de un millón de kilómetros recorridos, y 14 libros de fotografía editados. Desde hace años, viaja por la Patagonia para retratar sus faros. Las tranqueras cerradas, el mal tiempo y el viento dan batalla, pero él avanza con este proyecto que más que un libro, es una gran aventura.

La idea de fotografiar todos los faros de la Patagonia surgió en 1998, en Tierra del Fuego. No lo había pensado antes. “Pero ese día, buscando un buen ángulo para fotografiar el casco encallado del Desdémona , me subí a un risco en el que encontré el viejo faro abandonado de cabo San Pablo. Llegué tarde, y armé la carpa ahí mismo, al lado del faro. Tuve la suerte de que se dieron situaciones de luz y neblina increíbles, que aún recuerdo”.

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Viejo faro del Cabo San Pablo, en Tierra del Fuego. Su ubicación y los cielos de aquella ocasión, en 1994, fueron los que le dieron a Florian von der Fecht la idea de fotografiar todos los faros. Crédito: Florian von der Fecht

Esa foto fue el origen . La semilla de un proyecto que será un libro, uno muy especial entre los 14 ya editados y los calendarios que elabora cada año con sus imágenes desde 1994. Este contendrá los 62 faros mantenidos por el Servicio de Hidrografía Naval (desde Buenos Aires hasta Tierra del Fuego), y algunos otros que son valiosos por su aspecto, historia y emplazamiento, aunque precisamente por eso, hayan sido apagados para siempre. En la lista no cuenta las balizas, que son otra cosa, ni los que no sobrevivieron al paso del tiempo, como el faro Campana en Bahía Laura, Santa Cruz, que se desplomó por falta de mantenimiento.

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San Francisco de Paula Crédito: Florian von der Fecht

“La silueta de un faro es muy atractiva , le da profundidad a la fotografía, pero para mí es mucho más que un objeto de referencia”, asegura. “Los faros siempre están en sitios especiales, a donde a mí me gusta estar, donde hay vista, lugares estratégicos desde donde se domina el paisaje, desde donde pueden llegar más lejos con su luz. Ningún faro fue puesto al azar”. Para él “los faros generan respeto por el solo hecho de estar ahí, cumpliendo en silencio su función desde hace años, soportando inclemencias del tiempo. Sus destellos surcan la oscuridad de la noche al infinito. Conectan la vida en tierra con la bravura del océano . Su historia es la historia de los navegantes, de los hombres que llegaron ahí para construirlos, de tormentas, de naufragios, de conquistas”, dice.

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Florian von der Fecht, comenzó a fotografiar faros en 1994. Crédito: Lo Gall

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Pingüinos magallánicos en la Isla Pingüino. El sito es Parque Nacional. Crédito: Florian von der Fecht

Desde ese primer faro fueguino hasta ahora, ya ha reunido 44 faros . De manera que tiene casi dos tercios del total cubiertos. Le faltan algunos de los más difíciles: l os faros 1º de Mayo y Esperanza en la Antártida , el faro de San Juan del Salvamento (que es el verdadero Faro del Fin del Mundo que inspiró a Julio Verne) en la Isla de los Estados, y el faro que lo reemplazó, que se llama del Año Nuevo y está en la Isla Observatorio. Estos dos últimos aún están en la lista, pero no porque no haya ido nunca. Fue dos veces, en 1999 y 2013, a bordo de buques de la Armada -los avisos Sobral y Gurruchaga-, pero en ambas ocasiones le tocó muy mal tiempo (un clásico de esa zona). Otra “figurita difícil” es el faro de San Diego en Península Mitre, Tierra del Fuego, al que se accede sólo a pie.

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El faro de Isla Pingüino está en tal mal estado, que hasta los pingüinos se apropian de él. Crédito: Florian von der Fecht

Otros resultan complicados, no tanto por el acceso en sí, sino porque están detrás de una tranquera. “Los faros mejor mantenidos son los que están dentro de campos privados, protegidos por candados. Aun aquellos a los que se accede por la playa suelen estar vandalizados: hay quienes llegan en cuatriciclo, sin control, les prenden fuego dentro, los usan de refugio, o de blanco para disparar con armas de fuego, los destruyen. Ni los años, ni la falta de mantenimiento, ni la rudeza del clima, ni el salitre son tan dañinos como la falta de cultura, el vandalismo, la desidia y el descuido de un fogón hecho en un lugar equivocado”, se lamenta Florian.

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Para lograr la mejor luz, Florian von der Fecht, acampa junto a los faros. Crédito: Florian von der Fecht

Por eso, si bien la logística de permisos y coordinación de las propiedades privadas es bastante compleja, resulta beneficiosa, porque garantiza la protección de estos vigías del paisaje .

“Muchas veces pasa que, después de muchos contactos, charlas para generar confianza, explicación de que preciso entrar y acampar al lado del faro para esperar la mejor luz, resulta que el día que el capataz va hasta la ruta y me deja la tranquera abierta, el clima no acompaña y la luz no es la indicada, o el viento es demasiado fuerte”, cuenta von der Fecht, cuyo checklist crece a medida que reúne más faros y se pone más exigente respecto de cuál es la imagen el faro merece. Hay varios de la lista a los que quiere regresar y hacer nuevas tomas.

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En el faro de Punta Tehuelche, en Santa Cruz, se verifica el fenónemo del paso de tiempo que atenta contra los faros: la vieja luz ya no funciona.Fue reemplazado por la pequeña luz plástica, alimentada por un panel solar. Crédito: Florian von der Fecht

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Florian von der Fecht en el faro de Cabo Guardián, Santa Cruz.. Crédito: Lo Gall

Florian tiene más de un millón de kilómetros hechos en las rutas argentinas a lo largo de sus 40 años de fotógrafo. Hace unos años, además, sumó la fotografía aérea, de manera que le dio una nueva dimensión a los mismos sitios. Sus libros suman más de 500.000 ejemplares vendidos. De los 14 totales, ocho son exclusivamente de paisajes de Argentina. El noveno, Argentina Tierra Adentro, está siendo compartido a diario por su cuenta de IG mientras espera el fin del aislamiento social y la llegada a imprenta.

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El Faro de Punta Delgada, con vista al mar de la Península Valdés. Crédito: Florian von der Fecht

Un faro en el horizonte

El derrotero por las costas patagónicas lo ha llevado a reunir varias anécdotas: “noches con mar de fondo navegando hacia la Isla de los Estados, días extra en la carpa porque la marea subió y no pudimos salir en 4×4, y horas perdido en un campo porque el gaucho te indica “la huella lo lleva” y la huella se separa en varias sendas de oveja que no sabés cuál seguir”, se ríe.

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Florian von der Fecht, más de 40 años de fotografía, 14 libros y 16 calendarios. Crédito: Lo Gall

Después de estudiar tantos faros, coleccionar cartas y mapas antiguos, Florian tiene algunos predilectos. “Me gusta en particular el de San Francisco de Paula y tiene su mellizo en Cabo Buen Tiempo , ambos en Santa Cruz. Están en sitios increíbles, pero de muy difícil acceso y expuestos a vientos muy fuertes, que resultan muy hostiles”, explica y menciona que uno de los peligros del deterioro es que sean reemplazados por faros de fibra de vidrio, como ocurrió en Punta Ninfas (Chubut).

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La singular silueta del Faro de Isla Leones, un símbolo del nuevo Parque Nacional Marino Costero Patagonia Austral. Su acceso es muy complicado, y el estado de abandono, avanza. Crédito: Florian von der Fecht

“Otro maravilloso, y complicadísimo, es el de Isla Leones , que es circular y quedó dentro del nuevo Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral, por lo que ahora depende de Parques Nacionales. Está muy abandonado y esperando que sea puesto en valor. Para llegar hay que estar muy atento al viento las corrientes cruzadas; es tan difícil que fue reemplazado en funciones por el faro de San Gregorio, que está en el continente”, comenta.

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Los tubos de gas que alimentaban los faros hace décadas. Aquí en Isla Leones, ya no se usan. Ni el gas, ni el faro. Crédito: Florian von der Fecht

“Los faros son, muchas veces, las construcciones más antiguas de la Patagonia. En todo caso, tienen más de cien años , fueron clave para la historia de la navegación de nuestras cosas, es una pena que no sean cuidados y puestos en valor. Sin duda, el GPS ya le ganó a la utilidad y prestación que puede tener un faro, pero ellos son testigos silenciosos de nuestra historia, y pueden ser, a su vez, atractivos turísticos que abran nuevas rutas y destinos. Deberían ser patrimonio histórico y cultural”, dice.

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Escalera caracol en el interior del faro de Punta Delgada, en Península Valdés. Crédito: Florian von der Fecht

Su atractivo, sin embargo, es inoxidable. Más aún si conservan su cuidador o ” farero “. Cabo Blanco, Segunda Barranca, Rincón, El Cóndor (el más antiguo, en Viedma), Punta Delgada, Cabo Vírgenes (con su pequeño museo en el Km 0 de la RN 40), son algunos de los que cuentan con personal de hidrografía naval que se ocupa del mantenimiento.

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El faro de Isla Pigüino, en Santa Cruz. Desde arriba se aprecia el mal estado de la casa del “farero”. Crédito: Florian von der Fecht

Muchos faros funcionan con baterías y células solares, que reemplazaron al gas de otras épocas. Otros, para generar la rotación de las ópticas aún utilizan un motor eléctrico, que funciona con un grupo electrógeno. Eso implica la presencia de una persona que llega con el atardecer y apaga el motor a la mañana siguiente, se ocupa del combustible, etc. Mantiene una mística que, como su luz, viaja muy lejos.

Por: Soledad Gil